Este tipo de cultivo es mayoritariamente de ciclo corto, perteneciente a muchas familias taxonómicas, generalmente explotados en pequeñas superficies y que se comercializan para el consumo fresco de alguno de sus órganos (raíz, tallo, hoja, inflorescencia, fruto) y presentan un alto contenido de vitaminas, minerales y fibra.
Exigen un suelo y un clima muy variable. Algunos son típicos de los meses más fríos como la alcachofa o la coliflor, y otros se cultivan en los meses más cálidos, como el tomate.
La producción y calidad de los cultivos hortícolas están influidas por los niveles de disponibilidad de los macro y micronutrientes en el suelo (teniendo en cuenta su contenido antes del abonado y las pérdidas que pueda haber por lixiviación, inmovilización, volatilización, etc.).
Consejos prácticos para la fertilización de cultivos hortícolas:
La uniformidad en la distribución de los fertilizantes y el agua de riego aumenta su eficiencia.
Al aplicar abonos o enmiendas orgánicas conviene incorporarlos al suelo poco después de su aplicación para disminuir pérdidas de nitrógeno.
En el caso de riego por surcos o inundación, el fraccionamiento de las aplicaciones de los fertilizantes tiene que ser mayor en el caso de suelos más arenosos, pedregosos o poco profundos.
En los cultivos de invierno, es conveniente realizar una aplicación moderada de abono fosfatado, incluso en suelos con niveles altos de fósforo asimilable.
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